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EL MENSAJE DE LA BIBLIA grada Escritura, emúlenlo también, según sus fuerzas, los intérpretes del día, de tal manera que como en los pasados tiempos, así también al presente tenga la Iglesia eximios doc– tores en exponer las Divinas Letras; y los fieles de Cristo, gracias al tirabajo y esfuerzo de ellos, perciban toda la luz, fuer– za persuasiva y alegría de las Sagradas Ecrituras. Y en este empleo, arduo en verdad y grave, tengan también ellos por consuelo los santos libros, y acuérdense de la retribución que les espera.>> Importante sobremanera es la Instrucción de la Pontificia Comisión Bíblica del 13 de mayo de 1950, en la cual se dan acertadas normas, principalmente a los profesores de Escri– tura, a fin de cumplir dignamente con oficio tan grave delicado. EN LA IGLESIA ANTIGUA En la Iglesia antigua la ciencia teológica era ciencia de la Sagrada Escritura; San Ireneo es el primero de los Padres que puede ser calificado con el título de teólogo. En su con·· troversia con los gnósticos, temible herejía donde se aunan las tendencias místicas de las religiones orientales y de la fi– losofía platónica, el fundamento de sus argumentos teológi– cos es la Biblia. Insiste en la unidad de Dios, que es el mis– mo Dios en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Afirma la wüdad del plan divino de salvación que lenta y progresiva mente encamina al hombre hasta la revelación plena y es– plendente de Jesucristo. Es por eso, según todos los escrito– res, el primer <üeólogo de la historiall, en idéntica línea que la Biblia y San Pablo ... En los siglos siguientes podemos afirmar que tanto lo:s pa-

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