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40 EL MENSAJE DE LA BIBLIA dos habéis de estar sometidos a las autoridades superiores que na haya autoridad sino por Dios, y las que hay por Dios han sido ordenadas, de suerte qne (1uien resiste a la autori– dad resiste a ia dispo,iciún de Dio.-; ... llaz el bien y ten– drás su aprobación, porque es ministro de Dios para el bien.>J El príncipe es el (diúkonos) servidor de Dios, el (leitur– gos) lugarteniente de Dios, en sus esfuerzos por promover el bien. De aquí la obligación de someterse no solamente para escapar al castigo ; esto sería no comprender que el orden del mundo, y particularmente el orden impuesto a las socie– dades, es intentado por Dios. Sometiéndose se somete uno a Dios; por eso, esta sumisión debe ser no solamente exter– na, sino interior y voluntaria, sumisión que procede de la conciencia, de las exigencias mismas de la naturaleza del hombre, hecho para vivir en sociedad y, por tanto, obliga– do a observar las leyes. En la epístola a Tito (3, 1 J nos traza San Pablo el modo cómo los cristianos deben comportarse con relación a la autoridad. Pero esto no quiere decir que se acepte ciegamen– te, como venida ck Dios, toda ley promulgada por gobier– nos humanos. La expresión de San Pablo ((porque es minis- tro de Dios para el bicmJ i11duye una limitación a la abe.... <liencia universal. llay kyes qne pueden ir contra la con– ciencia y el bien de la sociedad ; en este caso tenemos el ejemplo de Pedro y los Apóstoles ante el Sanedrín: «Es pre– ciso obedecer a Dios antes que a los hombresn (Hechos 5,29). Pero fuera de esta circunstancia, cada uno debe buscar mari– tene.r el equilibrio social, ann a costa de sacrificios perso– nales. Mas si las autoridades reciben su poder de Dios, se sigue, por tanto, que no pueden usar de est, poder sino en con– formidad con la voluntad divina. Desde el momento que el

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