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P. CARLOS DE YILLAPADIERNA ~;~ todos los profesores de Escritura tuvieran en cuenta las sabias orientaciones de Pío XII en la Divino afflante Spiritu y en esta Instrucción de la Pontificia Comisión Bíblica, y se en– tregasen de lleno al estudio del Texto Sagrado, la Biblia sería verdaderamente el alimento espiritual de los seminaristas, y, más tarde, de los sacerdotes, los cuales a su vez harían que lo fuese también de sus fieles. Gracias a Dios, los católicos tenemos especialistas en todos los campos de las ciencias bíblicas, quienes en algunos aspectos superan a los sabios racionalistas y críticos. Los principales cen– tros docentes de Sagrada Escritura son Lovaina, Roma, Jerusa– lén, París y algunas Universidades de Alemania. b) Círculos bíblicos.-Un hecho característico en Bélgica es la aparición en diversas partes de círculos bíblicos, cuya ini– ciativa se debe con frecuencia a seglares, reunidos espontánea– mente con sus amigos. Nada de organización, de corporación, allí se encuentran a veces protestantes, incrédulos, cristianos aisla– dos, extraños a los Círculos de Acción Católica. No hay cate– gorías, planes, ni ritos. Todos están dominados por la misma preocupación: leer y entender la palabra de Dios. ¿Cómo funcionan estos círculos? Cada uno se vale como su ingenio le dicta y su experiencia le aconseja. Al principio puede tratarse de simples conferencias, a elección del conferenciante; pero poco a poco se evoluciona hacia una participación más di– recta, más personal, en forma de círculo de estudio y de acción apostólica. Los oyentes varían según las regiones, la cultura y los orígenes del círculo. A veces el tema de la discusión es su– gerido por la lectura de un artículo sobre un pasaje bíblico; otras veces, un libro determina los coloquios; otras, el año li– túrgico establece el punto de partida. Así, por ejemplo, el abate R. Poelman ha mantenido la atención durante varios meses de

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