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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA ces exegéticos y proporcionan a los profesores de Seminarios, de Institutos, a los predicadores y divulgadores, la doctrina sana y auténtica que debe enseñarse a los aspirantes al sacerdocio y a los fieles. Por eso es necesario-para un renacimiento bíblico eficaz y perdurable-la existencia de profesores e investigadores competentes; y, además, es necesario valorar en toda su capital importancia las asignaturas bíblicas en el programa de estudios de Universidades y Seminarios. Es bueno recordar aquí la Instrucción de la Pontificia Co– misión Bíblica a los Excelentísimos Ordinarios de lugar, a los Superiores de Ordenes religiosas, a los Rectores de Seminarios y profesores de Sagrada Escritura, sobre la manera de enseñar la Sagrada Escritura en los Seminarios y Escolasticados (13 de mayo de 1950). Esta instrucción intenta urgir el que se pongan en práctica los sabios consejos dados por la encíclica Divino afflante Spi– ritu: "Para que estas recomendaciones y prescripciones del So– berano Pontífice se lleven a efecto con el máximo cuidado y fi– delidad, la Comisión Pontificia de Estudios Bíblicos ha juzgado útil aplicarlas de un modo especial a la enseñanza bíblica en los Seminarios e Institutos religiosos, donde no se puede dar con la misma amplitud que en las Facultades de Teología y en los Institutos especializados. Después de una breve introducción, donde se alude a los esfuerzos de León XIII y los otros Pontífices para que "en los Seminarios y colegios religiosos, los estudios de Sagrada Escri– tura sean tenidos en su justo honor y florezcan-como escribía el Papa León XIII, de inmortal memoria-y que las Divinas Letras se enseñen en ellos de una manera adecuada a la impor– tancia de esta Ciencia y a las necesidades de nuestra época" se divide la Instrucción en tres partes: en la primera se habla de las cualidades morales y científicas que deben adornar al profe-
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