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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA 377 tumbas, un esqueleto, polvo, nada; pero bajo aquella losa, que también parece como las demás, hay paz, una paz profunda e inalterable. Son los muertos que vivieron como debieron vivir y murieron como quisieron morir. Y esta es la tranquilidad que a veces gozan los muertos bajo las verdades y las flores del ce– menterio. He ido una tarde fría de noviembre al cementerio para rezar por nuestros muertos; sobre sus tumbas sencillas no hay flores, ni lápidas; pero sabemos que reposan en paz; viendo otros túmulos con flores consumidas y linda inscripción, he recordado la frase del autor blasfemo y la corrijo piadosamente según las palabras de la Biblia: "Sólo los muertos que mueren en la paz del Señor pueden estar tranquilos bajo las flores y las verdades de los camposantos." MENSAJE DE INMORTALIDAD La Biblia transmite a todo hombre, que quiere humildemente escuchar un mensaje gozoso y esperanzado de inmortalidad: "Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que Dios ha dicho: "Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de J acob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos" (Mat., 22, 32); así proclama Jesús la esperanza en la resurrección ante las turbas maravilladas y sedientas de consue– lo. Lejos de ser el fin, la muerte es el comienzo; sólo la vida eterna puede calmar nuestra sed de vida; la vida terrestre no colma la insatisfacción de la humanidad. Federico Sciacca tiene una meditación breve, pero hondamente humana, sobre la fe en la muerte: "Sólo el hombre entre todos los seres vivos tiene conciencia de morir. Los demás, en modo alguno: sólo tienen violento instinto de vivir. A primera vista parece extraño: los animales "no saben" que mueren y, sin embargo, mueren efecti-

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