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376 EL MENSAJE DE LA BIBLIA tan, así es la generación de la carne y de la sangre, unos mue– ren y otros nacen. Toda obra humana se carcome, al fin se aca– ba, y tras ella se va el que la hizo" (Ecli., 14, 18-20). EXCLAMACIÓN DE UN DESESPERADO Ha escrito un autor rabiosamente desesperado y arruinado en su impiedad: "Y ni los muertos pueden estar tranquilos bajo las flores y las mentiras de los camposantos..." La afirmación es atrevida y falsa por tan categórica. "Dios-afirma el libro de la Sabiduría-creó al hombre para la inmortalidad y le hizo a imagen de su naturaleza. Mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimen– tan los que le pertenecen" (Sab., 2, 23-24). El autor impío puede meditar la frase tan sapiente de la Biblia. Todas las sepulturas, es verdad, tienen encima una cruz, unas flores y el epitafio de rigor: "Descanse en paz"; "murió en la paz del Señor"; "subió al cielo", pero en ellas unos muer– tos repos~~;1 tranquilos y otros no. A veces, pues, los camposan– tos están llenos de mentiras. De flores siempre, mas las flores se agostan presto y desaparecen. Las mentiras de las sepulturas no pasan nunca, siempre durarán tremendamente eternas: bajo las losas que mienten no hay paz ni felicidad; hay infierno. Por– que bajo el embuste de una muerte ejemplar, una losa compun– gida y una cruz inoportuna, se oculta una vida larga de claudi– caciones, de infamias y de remordimientos. Y así, allí todo miente; hasta las flores, porque Satanás no es precisamente un jardinero... Pero hay otros túmulos donde los muertos reposan tran– quilos bajo las flores donde se alza el embuste estúpido de una mentira, la más necia y dolorosa. Dentro, como en todas las
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