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PROMESAS DE INMORTALIDAD Queda todavía un capítulo a tratar, importante, un capítu– lo siempre actual, pero mucho más en nuestro tiempo cuando los hombres parecen encontrar diabólica fruición en poner su talento al servicio de la discordia y el aniquilamiento. El capí– tulo que titulo: "Promesas de inmortalidad." Una reciente literatura, que se cataloga dentro del "Club de la sonrisa", ha adoptado por tema de sus humoradas y chirigo– tas una verdad tan seria, tan evidente y pavorosa, como la muerte o los muertos; tales son, entre otros, los libros de los bromistas Alvaro de Laiglesia y Rafael Azcona: Sólo se mueren los tontos y Los muertos no se tocan, nene. Lástima que unas dotes tan brillantes de narradores se empleen tan banal e inútil– mente; toda literatura que no construya y no eleve, no puede clasificarse entre las obras recomendables. Pero quizá este afán, tanto en España como fuera, de hacer literatura humorística en torno a los muertos, sea desahogo obligado del miedo a en– frentarse con algo imposible de soslayar, por más vueltas que se le dé. "No temas el fallo de la muerte-dice el libro del Ecle– siástico-, acuérdate de los que te precedieron y de los que te seguirán, y que éste es el juicio del Señor sobre toda carne" (Ecli., 41, 5). "Como vestido se envejece toda carne, porque esta es la ley desde el principio, que has de morir. Como las hojas verdes de un árbol frondoso, que unas caen y otras bro-
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