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374 EL MENSAJE DE LA BIBLIA superarlos. La creencia firme en la economía moral del universo y en el triunfo del bien, es necesaria para la acción. Un ejército que no confía en la victoria es un ejército vencido antes de en– trar en batalla. El pesimismo es mensajero de tristeza; ahoga despiadadamente los gritos de júbilo; paraliza toda fuerza, todo impulso, todo gesto generoso y noble, "pues la tristeza según el mundo-dice San Pablo-lleva a la muerte" (2 Cor., 7, 10). Solamente las regiones iluminadas por el Sol del optimismo se abren en eclosión fecunda y jovial hacia fines sublimes y tras– cendentes. Jesús nos ha legado el fundamento de nuestro optimismo y de nuestra alegría: la paz, pero no una paz serena y suave, sino ganada a fuerza de lucha y de persecución: "He aquí que llega la hora, y ya es llegada, en que os disperséis cada uno por su lado y a mí me dejaréis sólo; pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Esto os lo he dicho para que tengáis paz en mí; en el mundo habéis de tener tribulación; pero confiad, yo he vencido al mundo" (In., 16, 32-33). "No podemos, pues, no puede sostenerse con el filósofo de sesperado y nihilista Nietzsche, que Jesús nunca se haya reído. ¿Cómo ser ajeno a una pura y profunda alegría Aquél que anun– ciaba la alegre, la buena nueva del Padre y en todo lo alegre y en todo lo acerbo daba testimonio de la voluntad divina toda bondadosa? La promesa de Cristo marca el rumbo de nuestra existencia: "en el mundo habéis de tener tribulación; pero con– fiad: yo he vencido al mundo."

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