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TODO ESTA BIEN Y ES HERMOSO El optimismo es la palabra más repetida aun por aquellos que no saben lo que significa. Ante el dolor que aprieta y des– garra el alma, ante el porvenir sombrío por falta de medios eco– nómicos, ante la injusticia del enemigo o la ingratitud del ami– go, se nos dice cariñosa e invariablemente: hay que ser opti– mistas. El consejo es admirable ciertamente, y en él van incluí– dos toda esa gama indefinida de sentimientos y actitudes que el hombre debe adoptar en los momentos crudos y cruciales de la vida: valentía, decisión, serenidad, paciencia, equilibrio . El optimismo perdurable nace de la fe en Dios y la confian– za en uno mismo. La fe infunde en nuestras ahnas un optimis– mo inquebrantable, constante en medio de las múltiples vicisi– tudes de nuestra existencia. Este optimismo--que llega en oca– siones hasta la cumbre de lo sublime y heroico-tiene su ma– nantial y su punto de apoyo en Dios. Dios es la central eléctrica, la fe, el cable que une esa cen– tral con el foco de nuestro corazón. La fe da empuje, comunica energías insospechadas a nuestra vida; sin la fe, todo es tinie– bla, noche cerrada, incertidumbre, amargura sombría. El pesimismo, que es cerrazón de horizontes, y estanca– miento de nuestra actividad espiritual, lleva a la desesperación y la desesperación desemboca en la filosofía existencialista, bru– tal y encenagada, de Sartre; cuando no hay fe y por tanto se

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