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EL MENSAJE DE LA BIBLIA fre, la serenidad y la certeza del triunfo eterno destruye la efi– cacia de unos tormentos transitorios que no pueden matar el alma ni su esperanza eterna. Solamente así se comprenden los himnos jubilosos de los primeros cristianos, la entereza de las vírgenes, la decisión de los jóvenes, la alegría de los ancianos en los tormentos. Solamente así tiene explicación la inaudita cal– ma de los mártires modernos que sufren y mueren más allá del telón de acero o de bambú; ¡no lo olvidemos! los cristianos vi– vimos hoy también los tiempos de las catacumbas, de unas cata– cumbas quizá más oscuras que las primitivas, pero también más gloriosas, porque la fuerza de Dios es tanto más grande cuanto mayor es el peligro a vencer. Antes de abandonar la tierra Jesús nos promete persecu– ciones, pero también la paz y la alegría. La Cruz de Cristo, en la que un héroe muere y triunfa, se convierte en fuente funda– mental de alegría. La Cruz se convierte en signo de victoria y por tanto de alegría... El madero de la Cruz se transforma en árbol de vida, cuya fuerza es inagotable. He aquí el secreto de nuestro dolor y de nuestro gozo.
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