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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA PROMESAS DEL MAESTRO En todos los tiempos han hallado eco decidido las palabras del Maestro, pero mucho más en nuestro tiempo, hecho de odio, de hostilidad satánica, de persecución sorda y constante. Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, por– que de ellos es el reino de los cielos. Felices vosotros cuando se os insulte, cuando se os persiga, cuando se diga contra vos– otros toda clase de denuestos a causa de mí: alegraos y regoci– jaos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos" (Mt., 5, 10-11). San Pablo se goza en su dolores, se siente feliz en sus tri– bulaciones y exclama exultante: "Estoy lleno de consuelo, re– boso de gozo en todas nuestras tribulaciones (2 Cor., 7, 4); ni la muerte, ni la vida ni ninguna creatura podrán separarme del amor de Dios." La Biblia, pues, enseña que el sufrimiento no puede que– brantar interiormente al justo, que, al contrario, aun en la prue:. ba su optimismo gozoso permanece firme en el amor de Dios. Aun en la noche más cerrada la paz y la alegría brillan en su alma y en su rostro. Comunidad de amor con Dios, y como tal fuente impetuosa de fuerza y de paz, la religión ya en este mun– do ofrece su sanción. De otro modo no tendrían explicación tantas vidas inmo– ladas alegremente en medio de suplicios que superan el aguan– te humano; desde el principio del pecado, dos fuerzas antagó– nicas se reparten el universo: las fuerzas del mal, del anticris– to que obran mediante los hombres endiablados a través de la historia, y las fuerzas del bien, representadas en los hombres que siguen a Cristo, o en aquellos otros hombres que adoran a Dios, a pesar de su ignorancia de la verdadera religión. Estas fuerzas se destruyen mutuamente, la paz del que su-
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