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356 EL MENSAJE DE LA TIIBLIA ta a Dios" (Beles., 11, 9). El aprovecharse de los bienes que Dios ha puesto a disposición del hombre es cosa lícita y digna, pero siempre conservando los límites que la dignidad humana requiere y exige. Así exclama el sabio: "Dios hace crecer la hierba para los rebaños, y las plantas para servicio del hom– bre; hace brotar del seno de la tierra el pan que nutre y el vino que alegra el corazón del hombre" (Pr., 104, 14-15). "El vino y la música recrean el corazón, pero más que ambos el efecto del amigo" (Beles., 40, 20). "El vino es como la vida para el hombre si lo bebes con moderación" (Ecles., 31, 32). "Come con alegría tu pan, bebe tu vino con corazón gozoso" (Ecle– siástico, 9, 7). Esto quiere decir que todos los bienes de la tierra y del cielo pertenecen al cristiano. Todo lo que tiene valor natural es don de Dios. Entre los motivos naturales de alegría están, en primer lugar, aquellos que nacen de la Naturaleza, como obra maravillosa y portentosa de Dios; el mundo entero es ilu– minado por El y todo habl.a de su poder, de su sabiduría, de su belleza; el mundo entero es un himno exultante en honor del Creador, una verdadera armonía de voces y sonidos multifor– mes, en la cual el hombre eleva también su grito en cántico jubiloso y pacífico: "Alabad a Dios en su santuario; alabadle en el firmamento de su majestad; alabadle por sus hazañas; alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza; alabadle al son de las trompetas... ¡Todo cuanto respira alabe a Dios!" (Ps., 150, 1 y sigs.). Es de esta concepción del mundo de donde nace toda la poesía de los antiguos pueblos, y es para el hombre moderno el fundamento de su alegría en medio de los acontecimientos cósmicos de cada día. Nadie como el cristiano tiene derecho a divertirse, porque nadie como él comprende que Dios está pre– sente en los árboles, en los pájaros, en el mundo orgánico e

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