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EL ~lE'\c,AJE DE LA BIBLIA cisne negro de Recanati", hasta Schophenhauer y Nietzsche y sus tenebrosos imitadores. En cambio, ya en el siglo xvm, un fraile franciscano capu– chino emprendió la noble empresa de defender la alegría contra el rigorismo jansenista que ensombrecía la vida religiosa y la existencia entera. Tal fué Ambrosio de Lombez, en Languedoc (Francia); su trabajo de La alegría del alma es digno de leer– se. Allí escribe este encomio sustancioso de la alegría: "Es provechosa para la virtud, para los negocios tempora– les y para la sociedad; en una palabra, para todo lo bueno ... Si gozas de la alegría, tu numen será más fecundo, tu imagina– ción más viva, tu corazón más contento, tus aspiraciones más elevadas, tu trato más agradable, tu salud más firme, tu piedad más delicada y tu virtud más heroica... " Así corno Goethe llama a la alegría la madre de todas las virtudes, Faber (religioso inglés, fallecido en Londres el año 1863 y que luchó contra la hipocondría y pesimismo de sus compatriotas) dice que la alegría es el ambiente de todas las virtudes heroicas. "Se dice que en nuestro planeta hubo una época en la que, a consecuencia de la gran cantidad de ácido carbónico existente en la atmósfera, la vegetación era exhube– rante, rápida y gigantesca. Igualmente ocurre en la vida espi– ritual, cuando todo transpira santa y serena alegría." La alegría ensazalda por los Libros Santos no es ciertamen– te la alegría del mundo. Los hijos de este mundo se zambu– llen en pasatiempos y placeres, que no satisfacen a la postre. En sus regocijos son locos... ; viven en la injusticia y de ligero perjuran. Así caracteriza la Sabiduría de Salomón esta especie de gozo estulto que sumerge a los humanos en la inconscien– cia. El poeta Goethe, que conoce bien lo que es el placer, ha escrito: "Se desatan como poseídos por un espíritu diabólico, y llaman a esto concupiscencia de la carne y soberbia de la

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