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P. CARLOS DE VILLAPADIER:,;A 353 ciso morir" (I Sam. 14,43). Morir de hastío al verdadero conten– to del corazón. Esa es la tristeza de todos aquellos que saben, por dolorosa experiencia, todo lo que la vida da de sí y que miran desvanecerse melancólicamente, al correr de los años, sus mejores optimistas ensueños. ALABANZAS DE LA ALEGRÍA El doctor Von Kepler, en su maravilloso libro Más alegría, analiza certeramente, con visión amplia y profunda, en un es– tudio exhaustivo, el gran valor individual y social de la alegría; entre otros, son dignos de notarse los capítulos titulados: la alegría y la época actual; modernos destructores de la alegría; excesivos placeres y poca alegría; alegría y juventud. Reco– miendo a mis lectores que lean detenidamente este libro, y verán cómo en su corazón se hace ralidad la exclamación en– cendida de Raynal: "Existiré para obedecer a la voz de la Na– turaleza; pensaré para conocer la verdad; sentiré para amar la virtud. Abriré todas las mañanas mi corazón a la alegría de ver que existo y puedo ejercitarme en hacer el bien; me entregaré por la noche al su~ño con la satisfacción de haber vivido en la inocencia y trabajaré el día siguiente en hacer el bien que no he podido hacer la víspera. Gozaré de todos los bienes de la vida sin orgullo y sin injusticia; sabré privarme de lo que no tengo sin enojarme ni murmurar. ¡Oh verdad, sé tú la luz de mi mente! ¡Oh virtud, sé tú el único alimento de mi espíritu! ¡Oh beneficencia, oh amor, oh amistad, sed la sola ocupación de mi vida! La historia de la literatura moderna exhibe un número asombroso de enemigos de la alegría y profetas del esplín y del pesimismo que ha alcanzado celebridad, desde Leopardi, "el

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