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P. CARLOS DE VILLAPAJJTERNA 33 cálido e insinuante: ((El que teng·a sed, venga, y el que quie– ra tome de balde el agua de la vid;l)) (Apoc. 22, 17). De este modo Cristo es el centro luminoso en torno al cual se ordenan todas y cada una ele las páginas bíblicas. Así, Jesús se constituye en vértice obligado del cosmos y de la historia en cuanto que, como dice San Juan: «Tódas las co– sas fueron hechas por El, y sin El no se hizo nada de cuanto ha sido hecho)) (Jn., 1,3): ((En El estaba la vida, y la vida era la luz de los homhresH (Jn., r ,.f), por eso Cristo es ca– mino, verdad y vida (Jn., 4, 16), es también luz que ilumina gozosamente a todo homhre de hnena yoJuntad: ((Yo soy la luz del mundo; el qne me sigue no ancla en tinieblas, sino que tendrá luz de vida¡¡ (_Tn., 8,r2). ((Yo he venido como luz al mundo para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas)) (Jn., 12,6). De este modo rn1edC" comprenderse fácilmente el sentido profundo de la frase de San Jeréinimo: «Ignorar las Escritu– ras es ignorar a Cristml, porque es En ellas donde actúa y brilla la verdadera luz, la sabiduría eterna de fa palabra de Dios, que se hizo hombre y hahitr'i entrf' nosotros. ((La Igle– sia continúa la obra de Cristo. transmitfrndo a las genera– ciones la buena nu<:"va· <k eternidad v creando en su corazón de Madre, luz calor v ftwrz:i por los siglos de los siglos. e) M oral.-En Este momn1to crucial por el qut: atravie– sa el mundo, cuando la ley del más fuerte St" hace realidad sangrante y verg-onzosa ; cuando 1111 sistema materialista y atC"o pretende imponer sns principios económico-sociales a fuerza de tanques y de matanzas sah·ajes, conculcando las li– bertades sacrosantas de los pueblos v dr los individuos, bue– no es recordar la doctrina moral, eterna v siempre eficaz, es– crita <:"11 el Libro de los Libros, que únicamente puede llevar 3

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