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334 EL MENSAJE DE LA BIBLIA dores. Y lejos de humillarse en contemplación gozosa y reve– rente, como Miguel Angel, se erige en centro y· vértice del Uni– verso. "Alfred Adler estuvo acertado al afirmar que los neuró– ticos están animados por una ingobernable ambición d;: ser "como Dios" y cuando el hombre se da cuenta de los dímeros de su obra, y experimenta en su carne que su propio ingenio, su cuenta bancaria, sus recursos no solucionan problemas ínti– mos y acuciantes, ni despejan la incógnita de la muerte, la única cosa inevitable de la cual el hombre no posee ningún conoci– miento por experiencia, entonces la angustia y la desesperación carcomen el alma, y la hunden en la esterilidad más espantosa." El poeta Novalis ha comprendido bien esta necesidad apre– miante que el hombre tiene de Dios: "Sin tí, ¿qué sería yo?; destinado al temor y a la angustia; estaría tremendamente sólo en este mundo; ignoraría todo lo que amo; el futuro sería un ca– llejón oscuro y sin salida; y cuando mi corazón estuviese afligi– do, ¿con quién compartiría mis penas y mi dolor?" LA BIBLIA NOS HABLA DE LA CONFIANZA ILIMITADA DE DIOS En lugar de la angustia, del temor, de la inquietud, la Sa– grada Biblia nos habla de la confianza ilimitada en Dios; del amor de Dios hacia los hombres, de su preocupación constante por todas nuestras necesidades y miserias. Los libros del An– tiguo Testamento abundan en narraciones acerca de la confian– za de los patriarcas, de los reyes, de los profetas, de las mujeres ilustres en el Señor Dios, Creador de cielos y tierra... El profeta Isaías describe así esta solicitud tierna de Dios para con su pue– blo: "¿Puede la mujer olvidarse del fruto de su vientre? ¿o no

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