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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA Podemos centrar el contenido doctrinal de la Biblia en tres verdades fundamentales: Dios. Cristo. Moral. a) Dios.-En el frontispicio del Libro Sagrado vemos estas palabras simples, lapidarias, pero de una vigencia per– durable: «Al principio creó Dios los cielos y la tierra» (Gé– (Cen. 1,1). Esta declaración inicial, que se nos antoja tan natural y espontánea, coloca a la Biblia por encima de todas las literaturas de la antigüedad. El pueblo judío, inmerso en un mundo politeísta, en relaciones continuas con Babilonia, Asiria y Egipto, donde proliferan con abundancia prodigio– sa dioses y diosas, permanece inmune en el aspecto religioso, guiado por el espíritu providente e inspirador de Dios, con– servando pura la llama de su fe en un Dios Unico. Dan ciertamente a Dios calificativos variados: Yavé, El– ocbim, los Patiriarcas invocan al Dios Eterno, al Dios de la visiún; pero, como dice el célebre escritor francés Daniel Rops-recientemeinte nombrado miembro de la Academia Francesa--: «No hay yestigio alguno de politeísmo, como no lo bay en la costumbre de llamar a la Virgen María con !os nombres de sus santtnrios.» Nadie ha creído nunca que h de Guadalupe sea distinta de la Virgen de Cova– donga, de Montserrat o del Pilar. En todas las etapas de su historia, el pueblo de la Biblia, el pueblo hebreo, a pesar de la enorme presión social y religiosa ejercida sobre él por los pueblos paganos circundantes ha conservado intacta su fe en el Dios Unico. Este hecho histórico, humanamente in– explicahle, es suficiente para clasificar aparte el Libro por excelencia de la Humanidad.

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