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P. CARLOS DE VILLAPADlER.N'A rrojos, diciéndole: de aquí no pasarás, ahí se romperá la sober– bia de tus olas?" (38, 2 ss.). Sigue Dios enumerando la serie in– definida de misterios velados al saber del hombre. Al final, Job exclama abrumado por tanto poder: "¡Cuán pequeño soy! ¿Qué voy a responder? Pondré mano a mi boca. Una vez hablé; no hablaré más. Dos veces no añadiré palabra" (39, 34-35). Podríamos repetir estas palabras de Job a los hombres de nuestra generación, engreídos con su técnica, con sus inventos y producciones de todas clases; creen, en su deplorable estulticia, haber conquistado los más recónditos secretos del "cosmos" y no se dan cuenta de que cada nuevo avance científico plantea nueva serie de problemas inquietantes. ENTREVISTA DE GOG CON ALF WILKOVITZ Giovanni Papini, el gran escritor católico, tan contradictorio en muchos aspectos, pero que ha sabido como ninguno captar todo el mar de fondo que perturba a nuestra generación actual, en su continuación de Gog y Magog, El Libro Negro, se va en– trevistando con personajes reales o fantásticos y a través de ellos nos presenta los problemas políticos, religiosos, morales, sociales, psicológicos que angustian al hombre moderno. Gog, el incansable viajero, se entrevista con el asistente del más célebre astrónomo del Mon Wilson, llamado Alf Wilkovitz. Bajo un cielo densamente poblado de estrellas, Alf Wilkovitz comienza a hablar con voz desesperada: "Míster Gog, siento la necesidad de confesarle algo que has– ta ahora no he confiado ni siquiera a mis maestros. Pienso que usted me comprenderá mejor que ellos. "Hasta hace algunos años, la astronomía me parecía la más divina de las ciencias; fué mi primer amor intelectual, apasio– nado y fuerte. Hoy día, después de haber conocido más de cerca
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