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EL MENSAJE DE LA BIBLIA el rocío suave de su bendición que cuando castiga a los pueblos y a los hombres para enseñarles el camino de la auténtica sabi– duría; porque, según la Biblia, la tierra está llena de su amor y este amor permanece eternamente, ya que, como dice Van der Meers, en su novela "Cuerpos y almas", "más allá del amor no hay nada, porque Dios es amor". Los libros históricos, los salmos, los cánticos y oraciones de la Biblia están informados por la idea viviente de la Providencia. En cada página se supone o afirma que es Dios quien ordena y dirige los destinos de la humanidad. "Dios da la muerte y la vida-canta la piadosa Ana en el libro de Samuel-, hace bajar del sepulcro y subir de él. A uno empobrece o enriquece; hu– milla o exalta, levanta del polvo al pobre, de la basura saca al inteligente, para hacer que se siente entre los príncipes, y darle parte en un trono de gloria" (I Sam. 2, 6-8). Nadie tan maravi– llosamente, de modo tan elegante y cautivador por la fuerza plás– tica y expresiva de las imágenes, ha descrito la Providencia di– vina y su acción en el mundo, como Job, el hombre de dolores, abatido por la mano de Dios, de cuyos males Job se queja amar– gamente porque no halla explicación satisfactoria a ellos. Dios mismo le da la respuesta con palabras que son una lec– ción manifiesta de la insignificancia del hombre y la grandeza inconmensurable del Creador: "¿Quién es éste que empaña mi providencia con impruden– tes discursos?" Voy a preguntarte, respóndeme tú: "¿Dónde es– tabas al fundar yo la tierra? Dímelo, si tanto sabes. ¿Quién de– terminó, si lo sabes, sus dimensiones? ¿Sobre qué descansan sus cimientos o quién asentó su piedra angular entre las aclamacio– nes de los astros matutinos y los aplausos de todos los hijos de Dios? ¿Quién cerró con puertas el mar cuando, impetuoso, salía del seno, dándole yo las nubes por mantillas y los densos nubla– dos por pañales, dándole yo la ley y poniéndole puertas y ce-