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EL :MENSAJE DE LA BIBLIA -Quédate con nosotros-le dijeron-, pues el día ya declina. Y entró para quedarse con ellos. Y sentado a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dió. Se les abrieron los ojos, le reconocieron y .desapareció de su presencia. -¿No ardían nuestros corazones dentro de nosotros-se di– jeron uno a otro-mientras en el camino nos hablaba y nos declaraba las Escrituras? Así, simplemente, nos refiere San Lucas uno de los más íntimos y significativos hechos de la vida de nuestro Señor. El camino de Emaus queda, pues, como símbolo y sinónimo del camino que conduce a Cristo. A todos los que caminan angus– tiados en la duda, en la desorientación, en la incertidumbre re– ligiosa, Cristo, en la persona de sus embajadores, clérigos o le– gos, se les hace compañero, dispuesto a esclarecerles lo que les parece confuso. Solamente a través de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo, prolongación de la Encarnación en el tiempo y en el espacio, pueden desvanecerse las dudas torturantes. Cristo, en la persona de sus ministros, de sus embajadores, a pesar de las claudicaciones y miserias, recorre todos los ca– minos pronto a dar la luz precisa para reunir las esparcidas piezas del juego enigmático de la vida y del destino humanos. La obra de la Iglesia está por encima de todas las fronteras nacionales y lleva a Cristo y su Evangelio a los hombres y mu– jeres de cada país y se lo hace asequible. "¿No ardían nuestros corazones dentro de nosotros mien– tras en el camino nos hablaba y nos declaraba las Escrituras?", se decían los caminantes de Emaus. Con estas o parecidas palabras se manifiesta la alegría en el corazón de cada peregrino que ha encontrado la plenitud de la verdad divina y con ella el sentimiento de seguridad y de paz.
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