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316 EL MENSAJE DE LA BIBLIA ciudad de Dios sobre la tierra. Ella es el gran centro de la uni– dad cristiana, la Iglesia madre de todo el cristianismo, la Igle– sia fundada por Jesucristo y gobernada por Pedro y sus suce– sores, los Romanos Pontífices, en el decurso del tiempo, por más de diecinueve siglos. Pero para llegar a la fe y robustecer esta misma fe, deposi– tada en el gran organismo fundado por Jesucristo, es necesario poner en esta investigación, como anteriormente hago notar, la razón, la inteligencia, la seriedad, la oración y la pureza de corazón; son necesarias una conciencia sensible y un corazón puro; la vida inmoral y unas costumbres pecaminosas constitu– yen un serio, cuando no insuperable, obstáculo a Cristo, que es la santidad personificada. EJEMPLO DE G. K. CHESTERTON Un espléndido ejemplo, aleccionador y conmovedor a la vez, del espíritu de que uno debería sentirse imbuído en la in– vestigación de la verdad divina, lo hallamos en Gilbert K. Ches– terton, uno de los más eminentes valores literarios de nues– tro siglo. Sentado ante la lumbre del llar de una humilde rectoría de Beaconsfield (Inglaterra) está el párroco, padre O'Connor. Ruge el vendaval, y la tempestad desata su fiereza contra los cristales de la ventana. Oyendo que llaman a la puerta, se le– vanta, extrañado de que alguien se haya aventurado a llegarse a su morada en noche tan borrascosa. Abre la puerta. Un hom– bre alto y fornido, con una gran bufanda alrededor de su cuello y sombrero en la cabeza, se halla esperando. -Entre usted, señor-exclama el padre O'Connor-. ¿En qué puedo servirle?
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