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312 EL MENSAJE DE LA BIBLIA gran sufrimiento es hallar una gran consolación; y este consue– lo que el hombre busca afanosamente, desengañémonos, sola– mente reside en Dios; y para hallar consuelo en Dios es nece– sario tener fe. ¡Qué bien comprendió esta fundamental indigen– cia de la humana naturaleza apartada de Dios el gran San Agustín! ¡Y qué maravillosamente! ¡Con qué acentos de des– garradora sinceridad nos lo describe en las Confesiones: "Her– mosura siempre nueva. ¡Ay qué tarde comencé yo a amarte! Tú estabas en mí y yo estaba fuera. Te buscaba fuera, y con mi modo de ser deforme, irrumpí en tu hermoso mundo creado. Tú estabas conmigo y yo estaba contigo. Simples criaturas, que sin ti ni siquiera existirían, me arrancaron lejos de ti." "Después se dejó oír tu voz de invitación; rompiste el si– lencio de mi alma sorda; se encendió en mí tu luz brillante, y disipaste las tinieblas que en mí había. Tu fragancia se des– bordó; la he respirado, y ahora ardo por ti. Te he gustado, tengo hambre y sed de ti. Tú me has herido, y he ahí que me he encendido en anhelo de tu paz." LA PÉRDIDA DE LA FE, RAÍZ DE TODOS LOS MALES La raíz honda y trágica de todos los males que torturan la conciencia de los hombres contemporáneos es la falta de fe. La angustia, el tedio, la desorientación y desesperación de tan– tos espíritus son efectos sangrantes de la muerte de Dios y de Cristo en el alma. "La fe--dice San Pablo-es la firme seguri– dad de lo que esperamos, la convicción de lo que no vemos" (Hebr., 11, 1). "Es el poderoso telescopio que nos hace ver más allá de las densas nubes que cubren la tierra, las grandes realidades de un mundo ultramundano y perdurable. La razón nos lleva a las fronteras exteriores del conocimiento experimen-

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