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310 EL MENSAJE DE LA BIBLIA "AYER SOÑÉ QUE VEÍA A DIOS••• " La crisis de la conciencia moderna es crisis de fe y consi– guientemente de esperanza. A los hombres de nuestra época podrían aplicárseles las palabras sombrías que A. Machado, tan excelente poeta como pobre mortal, escribiera de sí mis– mo: "Tenía un alma siempre en borrador, llena de tachones, de vacilaciones y de arrepentimientos." Con esta frase se re– flejan las vacilaciones, fluctuaciones, esperanza y desesperanza de los hombres que han roto la lámpara puesta sobre la mesa de la gran Familia del mundo. Atormentados por la duda y la oscuridad, exclaman también con el poeta: "Ayer soñé que veía a Dios y que a Dios hablaba; y soñé que Dios me oía... Después soñé que soñaba." Es la aspiración anhelante del hombre que desea la luz para disipar la tiniebla angustiosa de su espíritu; pero esa luz no acaba de penetrar porque la obstruye el paso el orgullo insen– sato de un entendimiento limitado que lo intenta comprender todo, abarcar todo, analizar todo; el hombre no quiere conven– cerse de que existen parcelas de realidad a las cuales se llega mediante la razón potenciada y sublimada por la fe, lo mismo que con el microscopio se descubren los miles y miles de ha– bitantes que pueblan una insignificante gota de agua. Hay una promesa de Cristo que no puede olvidarse y que llena de con– suelo las profundidades del corazón humano: "Bienaventurados aquellos que no vieron y, sin embargo, creyeron" (In., 20, 29). Sin Cristo, la angustia humana carece de sentido, no tiene destino, porque es la sensación de impotencia de existir como criatura, es la tremenda impotencia de existir en el pecado sin

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