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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA EL HOMBRE NECESITA A DIOS A pesar de las valentías aparentes, el hombre no puede vi– vir sin Dios, y, a falta del Dios verdadero, el hombre se fabri– ca sucedáneos de Dios para engañar su horrible desventura. Sin Dios, el hombre camina en tinieblas; se siente desamparado, desvalido y huérfano. "El camino de los impíos está lleno de oscuridad; no advierten el precipicio en que van a caer" (Prov. 4, 19). "Los impíos son como un mar alborotado que no puede estar en calma, cuyas olas rebosan lodo y cieno. No hay paz para los impíos, dice el Señor (Isaías, 57, 20-21-59, 3). Así habla la Biblia, libro eterno de la humanidad. La sociedad moderna ha perdido a Dios, ha caído en la fosa de su propia incredulidad, y no puede salir de esa fosa por– que ha roto la lámpara de Dios que había en la mesa de la Fa– milia del mundo. Los hombres volcaron la lámpara de Dios y penetró una oscuridad densa. Se oía en sollozos esta palabra de dolor: "¿Es que llega la hora del juicio? Con los ojos sal– tando de las órbitas, todos buscaban enloquecidos algo de luz, y en este desvarío, el hermano pisoteaba al hermano. Hubo muchos héroes en apariencia que decían: yo voy a encender la luz; permitidme solamente que me aparte un poco de aquí. Pero la oscuridad seguía aplastante. Hombre: la cerilla que pue– de encender el fuego no has de buscarla en tu bolsillo, sino en tu corazón. Seca la sangre, enjuga las lágrimas y clama a Dios de esta manera: Padre mío. No podrá encenderse ya de otra manera esa lámpara que debe alumbrar la mesa de la Familia del mundo." De este modo patético describe el húngaro Ivan Osz el tenebroso estado de la sociedad apartada de Dios, que solamente encontrará la .luz volviendo generosamente hacia aquel que es la luz del mundo y cuyo seguimiento lleva con– sigo la disipación de toda oscuridad.

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