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EL l\IE'.'lSAJE DE LA BIBLIA del seno de su madre, hasta el día en que vuelven a la tierra, madre de todos. Desde el que, glorioso, se sienta en el trono, hasta el humillado en la tierra y el polvo; desde el que lleva púrpura y corona, hasta el que viste groseras pieles: la cólera, la envidia, la turbación, el temor, la ansiedad de la muerte, la ira y las querellas turban en sueños nocturnos su corazón... Se siente turbado con las visiones de su corazón, como fugitivo que huye del enemigo. Cuando despierta y se ve a salvo, se admira de sus terrores" (40, 1-7). La angustia, la inquietud, la ansiedad no perdona a nadie: grandes y pequeños, ricos y pobres, sacerdotes y seglares, a to– dos envuelve por igual desde "el seno materno" hasta que re– grese a la tierra, madre común de la humanidad. Es el destino general que caracteriza a la criatura terrestre en cuanto tal. Es una angustia que va unida a la existencia humana, que alcanza igualmente a buenos y malos, a creyentes e incrédulos. Gracias a esta angustia, a esta insatisfacción, radicada en lo más hondo del ser humano, el hombre progresa, se perfecciona y triunfa. Handel, el gran compositor, se halló un día en situa– ción desesperada: con el lado derecho del cuerpo paralizado, sin recursos y con los acreedores amenazándolo con la cárcel. El sufrimiento le obligó a realizar la mayor hazaña de su vida. Escribió con la fiebre de la desesperación, y casi sin parar com– puso en veinticuatro días su gran oratorio El Mesías, que con– tiene el majestuoso coro del Alleluya. Si no hubieran sido sus preocupaciones, el mundo hubiera perdido muchísimo, y él tam– bién. Hacer algo por solucionar nuestros problemas es contri– buir a la perfección del mundo y a mejorar el destino del hom– bre. La lucha es fuente de experiencia y de fortaleza. Los gran– des acontecimientos "no hacen al hombre héroe o cobarde", ha escrito un gran pensador. Sencillamente le descubren su carác– ter. Silenciosa e imperceptiblemente, ya estemos despiertos