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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA y profundidad del problema; una desconfianza y desesperan– za y amargura tanto en la clase obrera como en la clase media. También en muchas naciones la realidad o la amenaza del paro se cierne sobre el obrero principalmente, aumentando su angustia. Esto determina la toma de decisiones que, además de ser contrarias a la moral, como el control de la natalidad, son un reflejo de una humanidad triste y en derrota. Lo mismo ha de decirse del problema de la vivienda, que con signos tan alar– mantes se presenta en buen número de naciones. La no solu– ción de este gravísimo problema obliga a millares de familias a convivencias inadmisibles, causa de odios, rencores, friccio– nes y luchas, y se cierne como un nubarrón de hastío sobre la juventud, que quiere y no puede montar decorosa y justamente los nuevos hogares, al mismo tiempo que se ve obligada a plan– tearse de un modo heroico el problema de los hijos. "UNA PENOSA TAREA SE IMPUSO A TODO HOMBRE" Este conjunto de causas, entre otras, sumergen a los hom– bres de hoy en una atmósfera de inquietud, de ansiedad, de angustia, que le oprime y desespera. Pero los hombres agran– dan su propia desventura, porque no comprenden que la lucha con el medio en que vivimos forma parte de nuestra herencia, de esa compleja aventura de pertenecer a la especie humana. La angustia, el desasosiego, es el denominador común al que debe reducirse la realidad toda de la vigilia y la irrealidad del sueño. Pues ya dijo el sabio en su libro El Eclesiástico, donde da normas tomadas de la reflexión y la experiencia, vale– deras para todas las circunstancias y coyunturas de la existen– cia: "Una penosa tarea se impuso a todo hombre y un pesado yugo oprime a los hijos de Adam, desde el día en que salen
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