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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA 301 bra humana de consuelo, por buena que sea, resbala como agua en el vidrio y desaparece, no queda sino la Biblia, que nos ha– bla mediante el Espírito Consolador; es entonces cuando la fra– se del salmista y real profeta David se hace realidad tangible: "Este es mi consuelo en mi aflicción: que tu palabra me da la vida." Dos cosas, dice Tomás de Kempis, son necesarias al hom– bre, sin las cuales la vida se hace insoportable: el alimento y la luz; y estas dos cosas se encuentran en el tesoro de la Iglesia: el alimento es la Santa Eucaristía; la iuz, la Biblia, donde Dios habla al hombre mediante sus profetas, los apóstoles y los doctores. Quien desee hallar la paz para su espíritu atribulado y la luz para calmar la angustia de su inteligencia, lea la palabra de Dios a los hombres: la Santa Biblia.

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