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LA BIBLIA Y NUESTRO TIEMPO Entramos en el capítulo más trágicamente actual, más hu– mano, más acorde con la angustia que turba la pacífica existen– cia del hombre: el capítulo del consuelo religioso que la Biblia puede llevar al corazón del hombre moderno. Precisamente antes de esta última guerra mundial, el litera– to Hillari Belloc señalaba como una de las características del mundo moderno "la creciente marea de desesperación". Y el dramaturgo y-novelista italiano Pirandello, premio Nóbel 1934, muerto dos años después, escribía sobre sí mismo: "Mi teatro es serio, teatro difícil y peligroso." Nietzsche decía que los grie– gos levantaban blancas estatuas sobre el abismo para ocultarlo. Yo, en cambio, las derribo para revelarlo... Es la tragedia del alma moderna", concluye con cinismo y amargura. Por eso su obra ha sido calificada de desesperado mensaje del arte al es– píritu de una época atormentada. Este vacío infinito de su alma desesperada le lleva a formular el testamento más inhumano que se conoce: "Que mi muerte pase en silencio. Que no me amor– tajen. Que me envulvan desnudo en una sábana. Y nada de flo– res sobre el lecho mortuorio ni cirios encendidos. Carroza fú– nebre de ínfima clase: la de los pobres. Desnudo. Y que no me acompañe nadie, ni parientes ni amigos. La carroza, el caballo, el cochero y basta. "Quemad mi cuerpo. Y en cuanto mi cuerpo haya ardido,
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