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P. CARLOS DE VJLLAPADIERNA la nieve de lo alto del cielo, y no vuelven allá sin haber empa• pado y fecundado la tierra y haberla hecho germinar, dando la simiente para sembrar y el pan para comer, así la palabra que sale de mi boca no vuelve a mí vacía, sino que hace lo que yo quiero y cumple su misión." (Js. 55, 10-11.) "YO ESTABA DE PIE, JUNTO A LA SEGUNDA COLlThiNA•••" En la serie de hombres célebres que han vuelto a la Iglesia influenciados entre otras cosas por la lectura del Libro Sagrado, quiero citar hoy al poeta francés recientemente desaparecido Paul Claudel. Se encuentra entre los mayores poetas católicos modernos. Al lado de su labor diplomática desarrolla una in– tensa y prodigiosa actividad literaria que le merece un puesto en la Academia Francesa de la Lengua y un nombre relevante en las antologías de versos y en los manuales de literatura uni– versal. En los primeros años de su adolescencia naufraga en la fe, a causa, sobre todo, de la lectura de La Vida de Jesús, de Renán. El joven Claudel se debate angustiosamente en un materialismo conscientemente vivido y llevado hasta las últimas consecuencias en el aspecto moral. En la Navidad de 1886, Claudel, que cuen– ta dieciocho años de edad, abrumado por unas lecturas materia– listas del poeta Rimbaud, penetra en la Catedral de Notre Dame, de París, con intención de hallar en las ceremonias del culto ca– tólico un poco de calma para su espíritu desquiciado, y, al mis– mo tiempo, motivos de inspiración para unos trabajos literarios en proyecto. "Yo estaba en pie entre la multitud-cuenta el poeta-jun– to a la segunda columna, cerca de la entrada del coro, a derecha del lado de la sacristía. Allí se desarrolló el hecho que domina

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