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EL MENSAJE DE LA BIBLIA diestra un libro cerrado con siete sellos. De pronto oyó Juan que un ángel gritaba: "¿Quién será el digno de abrir el libro y romper sus sellos?" Nadie atiende a la pregunta del ángel. Juan llora. Es urgente que haya uno que abra ese libro, pues contiene los destinos del hombre. En él está escondido el sentido de la historia. Al eterno problema ¿por qué? y ¿adónde?, no cabe so– lución alguna en la tierra. Por eso llora Juan. El interrogante terrible sigue abierto, torturando y "'1esgarrando a los hombres. Mas tiene el consuelo de que al fin se adelanta uno de los an– cianos y anuncia la respuesta tan ardientemente suspirada: "No llores; mira que ha vencido el león de la tribu de Judá, la raíz de David, para abrir el libro y sus siete sellos." Es el Cordero que fué degollado y ahora vive: Cristo puede descifrar el senti– do de la historia. Sólo El lo puede hacer. Ya que El el enviado del Padre-del Amor-ha establecido el sentido: significa rea– lización del sentido del amor. Sentido que se realiza a través de la aflicción y el desengaño, bajo el agobio prensador de la ne– cesidad y del dolor. Cristo lo entreabrió en este mundo al morir. Pero lo consumará cuando termine la historia. Así que oyeron los del Cielo, según la visión de Juan, de boca del ángel, que el Cordero era digno de abrir el libro de la historia, es decir, de explicar su sentido, entonaron un himno de alabanzas y de ac– ción de gracias: "Digno es el Cordero (Cristo) que ha sido de– gollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la bendición... Y los ancianos cayeron de hinojos y adoraron." (Apoc., 6-8.) En la Biblia encontramos la contestación a las interrogacio– nes inquietantes que oprimen al hombre. Lo acabamos de leer en el Apocalipsis, ese compendio esplendente de filosofía de la historia; es Cristo muerto y resucitado por los hombres quien esclarece gozosamente los caminos de la Humanidad. Y a Cris– to lo hallamos en la Biblia; sus páginas nos hablan de Dios y

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