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P. CARLOS DE VJLLAPADIERNA 2 79 los suyos, en el que la paz forma el "clima" adecuado y el pos– trer recuerdo del corazón de Cristo a los hombres; "chalom laquem". "La paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da os la doy yo" (Jn., 14, 27). Este es, a grandes rasgos, el origen y la constitución del Moderno Estado de Israel y la situación actual de Palestina. ¿Qué han logrado los políticos favoreciendo la realización de los planes sionistas? Una sola cosa: enconar la lucha inmemo– rial entre los descendientes de Sara y Agar, entre Isaac e Israel, y turbar hasta Dios sabe cuándo, la pacífica existencia de los pueblos. Daría risa, si no diera pena, pensar que todo el tingla– do de Palestina se organizó oficialmente para que encontrasen allí un hogar los judíos que no lo tienen. Lo más característico de este paradójico asunto es crear un mal análogo al que se que– ría remediar, pero crearlo a costa de inocentes. Viene aquí como anillo al dedo la leyenda del rey Karakas: En cierta ocasión le presentaron al rey Karakas, implacable y sanguinario, a un zapatero acusado de haber cometido un cri– men. El rey ordenó que le fuese suprimido el ojo izquierdo. Pero el zapatero pidió clemencia, diciendo: "¡Oh, rey, para ejercer mi profesión son necesarios los dos ojos. Pero ahí tenéis a mi vecino, el cazador, que abate las piezas cerrando uno de ellos!" ¿Fueron acaso los árabes los responsables de las matanzas de Berlín, o de las hogueras inhumanas de Auschwitz? Las consecuencias deben ser aceptadas por aquellos que oprimieron y martirizaron a los israelitas. He aquí la gran e incomprensible paradoja: los árabes nativos de Palestina se ven desahuciados de sus propias tierras, de su propio hogar, a fin de que los ju– díos apátridas encuentren su descanso sosegado. Israel es un intruso en Oriente Medio y mientras no se vaya o adquiera carta legítima de ciudadanía, no habrá tranquilidad

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