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P. CARLOS DE VlLLAPADIER"1A 277 Al principio de las hostilidades los judíos cometieron atro– pellos y profanaciones en las iglesias cristianas. En la Iglesia de la dormición de la Virgen, hemos visto varias imágenes deca– pitadas; Cristos desclavados de la cruz; ésta era la acción pre– ferida por los judíos profanadores: acción simbólica ciertamente. Hoy los cristianos viven tranquilamente; pueden frecuentar las iglesias sin ser molestados; a los franciscanos, y en ellos a los cristianos, se les respeta, no por simpatía verdadera, sino por miedo a complicaciones internacionales enojosas. En general, los judíos procedentes de estados cristianos respetan a los fran– ciscanos; están acostumbrados a vivir entre ellos y conocen su obra humanitaria y desinteresada. No obstante, existe una anti– patía sorda, un recelo oculto hacia el Cristianismo. Un detalle significativo: las ambulancias sanitarias que en todo el mundo sobre el fondo blanco llevan la cruz roja, ha sido sustituída en Israel por la estrella hebrea. Entre los mismos judíos hay mu– chos cristianos cuyo número exacto se ignora, 30.000 o quizá más. Pero no pueden manifestarse como tales, porque se expo– nen a las burlas de sus compañeros y a perder el empleo; algu– nos entran a ocultas en iglesias católicas para cumplir sus debe– res religiosos; conozco un ingeniero agrónomo; judío de raza, que dos veces por semana se llega a la ciudad para oír la misa. Con la huída forzosa de los árabes, la situación del Cato– licismo en Israel es lamentable. Jerusalén nueva cuenta 140.000 habitantes y solamente 1.000 cristianos. Antes de la guerra exis– tían en el territorio que hoy es Israel 60.000 católicos (además del número duplicado de cristianos cismáticos), hoy son 23.000 católicos y 15.000 cismáticos, 1.200 protestantes y 1.440 abi– sinios. Esta carencia de una religión vivida se refleja naturalmente ·en las costumbres de sus habitantes. Una de las causas que más influye en la moralidad pública es la educación de tipo mate-