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P. CARLOS DE VJLLAPADIERNA 2Ó'.) parcela de tierra para cultivar, pero sus ingresos proceden de trabajos llevados a cabo fuera de poblado. En sus horas libres se dedican a la agricultura. Puede estar organizado como el quibbuts, moshav o mahv shitufi. Otra modalidad social es aquella en que se trabaja en diversos oficios, pero no hay te– rreno para cultivar. Hay también quibbuts de artistas: pinto– res, escultores, que hacen vida colectiva. Israel es la única nación en la que el éxodo de la ciudad al campo es una realidad. Dos factores principales lo explican: la lucha por la vida se hace en común y el jefe de familia se asegura su porvenir para la esposa e hijos cuando él sea viejo. Y en segundo lugar, el campesino goza de todas las ventajas de la ciudad: conciertos, teatros, bibliotecas, tertulias y en algunas colonias pinacotecas, discotecas, etc., todo ello valorizado por un aire puro y limpio. Para fomentar el amor al campo y crear una tradición agrí– cola fuerte, de la que carece el pueblo hebreo, se le somete a un sistema de educación y entrenamiento. Ya en la escuela se le inculca al niño este amor al campo: las escuelas tienen un huertecillo anejo, que es cultivado por el niño, bajo la di– rección de sus maestros, y aprenden también a plantar árboles y cuidarlos. Para obtener el diploma de estudios de enseñanza media es preciso haber trabajado durante cierto tiempo en las faenas del campo. El servicio militar comprende un año de tra– bajo agrícola y otro de adiestramiento militar propiamente di– cho. Hay escuelas de agricultura y una estación agrícola expe– rimental, que forma parte del Instituto de Investigaciones Cien– tíficas Doctor Weizmann. En ella se investiga todo lo referente a la agricultura, los abonos químicos, plagas del campo, nuevos cultivos... Una plantilla de técnicos: geólogos, ingenieros agró– nomos, químicos, emite su opinión al ser consultados. Convie– ne advertir que una organización agrícola muy semejante la

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