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P. CARLOS DE VJLLAPADIEnNA gurosamente prohibido conversar. Solamente las representacio– nes diplomáticas y miembros de la O. N.U. tienen paso libre. El franciscano, que antes podía desplazarse cómodamente a pie de un convento a otro, hoy, por estar en diversas zonas, judía y árabe, tiene que esperar ocho días la autorización, y, si llega, tomar un taxi, dar una vuelta por la Jerusalén nueva para ir a colocarse a cincuenta metros del punto de partida. Los ciento cincuenta mil árabes residentes en el Estado de Israel son considerados, naturalmente, como ciudadanos del Es– tado judío. Pero, en igualdad de circunstancias, es preferido el . hebreo en los cargos públicos, en las oficinas y en cualquier clase de trabajo manual o intelectual. ASPECTO ÉTNICO Etnicamente, el Estado de Israel es una babel genuína. El viajero que se interna en Israel con la ilusión de encontrar al tipo de judío auténtico, sufre un desengaño rotundo; podemos afirmar que hoy día ya no existe el tipo físico, fisiológico, que sea denominador común a todo judío; los judíos no se unen entre sí y se diferencian de los demás por su nariz aquilina y mejillas estrechas y afiladas, sino por el complejo de cuali– dades psicológicas: aspiraciones comunes, idéntica religión... El judío asimila perfecta y rápidamente el idioma y costum– bres del país donde vive; ha mezclado su sangre con la de to– dos los pueblos de la tierra; por eso en Israel hay representan– tes de todas las naciones: rubios de Alemania y Holanda, me– jillas amplias con ojos hundidos y azules de los campesinos rusos, pequeños y morenos del Yemen y el Irak. Cada uno habla la lengua del país de procedencia; en ninguna parte del mundo el turista encontrará tantas facilidades lingüísticas como
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