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EL MENSAJE DE LA BIBLIA te. Así lo reconoce la recient,:: instrucción de la Comisión Bíblica (15 de diciembre de 1955): «Esta Pontificia Comisión BílJlica, que tiene el cargo peculiar de dirigir y fomentar los estudios bíblicos, ha tenido conocimiento por varios con– ductos y fuentes, del entusiasmo con qne los excelentísimos Prelados han secundado e~tas exhortaciones del Sumo Pon– tífice y de cuánto fruto han reportado a los fieles, en no po– cas regiones, de este renovado estudio de los Libros Sa– grados. Se cuenta del Cardenal Manning que, entrando en el des– pacho de \Vilfred l\feynell, exclamó: «Cuánto me gustaría convencer a mis fieles de que la Biblia no está en el Indice de libros prohibidos.)) Afirmaba con ello la necesidad de convencer a los católicos y a los no catéilicos de las grandes ventajas de la lectura del Libro Sagrado. Gracias a Dios, el amor y veneración por la Biblia se van adentrando profun– damente en el pueblo fiel, merced a los esfuerzos de los exe– getas, investigadores y divulgadores. Es cierto y evidente que desde el siglo xvr, a consecuen– cia de la aparición de los protestantes, que hicieron de la Biblia fuente y apoyo de todos sus errores, la Biblia, escri– ta en lengua n1lgar, perdió dnrante largo tiempo su influen– cia. Mucho tiempo antes de que los protestantes proclama– sen la Biblia como única norma de fe y de conducta, era ya leída asiduamente y altamente venerada por los fieles. Dspués la Iglesia di6 normas de prudencia y cautela, pero nada más. «NINGÚN HOGAR SIN EVANGELIOSll Los Papas en estos últimos tiempos recomiendan macha– conameniie la lectura de b Biblia en lengua vulgar. Así, es-

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