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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA 2 57 cortésmente la invitación. Más cerca de realizarse, el proyecto de colonización judía en Angola. El gobierno portugués conce– de, en ley de 1912, 250 hectáreas de terreno a cada uno de los colonos judíos, a condición de que éstos adopten la nacionali– zación portuguesa y aprendan el portugués. El proyecto, con todo, cae en el olvido. El movimiento sionista, haciendo honor a su nombre, excluye de su programa cualquier intento de ho– gar judío que no sea Palestina, el país de sus mayores es el único que puede arrastrar masas considerables de judíos de todo el mundo; el único también que merece la pena de que se sacrifiquen por él vidas y dinero. Véanse las palabras esperanzadas de Moses Ness (1812- 1875): "A los pueblos de quienes una vez se pensó que esta– ban muertos, y que hoy, en la conciencia de su tarea histórica, reclaman los derechos de la nacionalidad, pertenece también incuestionablemente el pueblo judío. No en vano ha resistido durante dos milenios las tempestades de la Historia; no en vano desde todos los extremos de la tierra ha vuelto el rostro, como lo hace aún hoy, hacia Jerusalén. Con el seguro instinto de su vocación histórica y cultural, para unir al hombre y su mundo y para crear la hermandad humana, este pueblo ha conservado su nacionalidad dentro de su religión y ha vinculado a ambas inseparablemente con la tierra inalienable de sus padres. Debe concluirse que ningún pueblo moderno que luche por su patria puede rehusar la suya a los judíos, sin crear para sí mismo una mortal contradicción, que terminará por destruir su propia fe y acabará en el suicidio moral." A fines de siglo se verifican algunas emigraciones de he– breos a Palestina. La idea y los esfuerzos sionistas van crean– do ambiente, sobre todo en el mundo anglosajón. Los diplo– máticos británicos se inclinan en gran número en favor de un hogar judío en Palestina. Cuando Allemby, general inglés de la
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