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EL MENSAJE DE LA BIBLIA autoridad infalible, fuente inagotable de enseñanzas divinas. Del análisis de las afirmaciones de los Santos Padres se pueden resumir varias fórmulas que se completan mutuamen– te é indican cómo la Escritura es la palabra de 'Dios. La Escri– tura Santa ha sido inspirada o ((dictada» por el Espíritu San– to; tiene, pues, a Dios por «autor», siendo el escritor huma– no su «instrumento)), designado con yarias imágenes «plec– tro, cítara, pluma». Los últimos Romanos Pontífices sostié.– nen y precisan idénticas doctrinas ; así León XIII en la Pro– videntissimus Deus (1893), Pío X en el Decreto Lamentabili y en la Encíclica Pascendi (1907), Benedicto XV en la Spiri– tus paraclitus (1920), Pío XII en las Encíclicas Divino afflan– te Spiritu (1943) y Humani generis (1950). 3) Testimonio del Magisterio solemne de la Iglesia. Hasta el siglo v la Iglesia se preocupa, sobre todo, de definir y defender el contenido del Canon, el número de li– bros definidos como sagrados. Del siglo VI ai XIII enseña que estos libros son sagrados porque Dios es el autor, y contra los herejes que rechazan la revelación del Viejo Tes– tamento declara que uno solo y mismo es el autor de ambos Testamento (Concilio II de Lyón (1274). 1EJ Concilio de Florencia (1441) afirma que uno mismo es el autor del Viejo y Nuevo Testamento; la razón de esto: porque «bajo la inspiración del mismo Espritu Santo hablaron los Santos de uno y otro Testamento>>. El Concilio de Trento, aunque no define la inspiración, la presupone como requisito indispensable y cierto de la doctri– na católica ; es decir, la Iglesia acepta con igual veneración los libros protocanónicos y deuterocanónicos porque han sido igualmente inspirados por Dios. Nótese que los Protestantes rechazaban los libros deuterocanónicos.

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