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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA 3) Encierra también un valor positivo en cuanto que de heoho todos los escritos apostólicos que conservamos son inspirados ; pero esto no autoriza a pensar que todo lo escri– to por un apóstol deba considerarse como inspirado, por él mero hecho de salir de la pluma del apósol, pues el aposto– lado no implica necesariamente la inspiración. Esta es la sentencia más seguida, aunque hay otros católi– cos que opinan lo contrario. d) El testimonio formal de Dios: Solamente el testimo– nio divino contenido en la tradicción apostólico-eclesiástica puede fundar una certeza divina del hecho de la inspiración. Lo importante es descubrir ese testimonio <le Dios, ¿ dónde se encuentra? En el artículo siguiente probamos que la ins– piración de la Biblia consta por la misma Sagrada Escritu– ra, por el Magisterio ordinario de la Iglesia y por el Ma– gisterio solé.mue. Artírnlo III.-Existencia de la inspiración de la Sagrada Escrit1wa 1) El testinionio de la misma Biblia. Conviene desde el principio salir al paso de una objeción muy frecuente: ¿ No caemos en un círculo vicioso al inten– tar probar la inspiración de la Biblia por la misma Biblia? No, porque tomamos la Biblia como documento humano, prescindiendo de su inspiración ; concedemos aquí a la Escri– tura una autoridad meramente histórica. Ahora bien, si en ella encontramos afirmaciones acerca de la inspiración hechas por algún profeta, por Jesucristo o un apóstol, estas afirma– ciones tendrán un valor irrefutable, ya que, su misión divina,

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