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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA El ,vocablo «inspiración» se origina de la palabra latina «inspiratio» ; corresponde al término ,griego «theopneustia», aplicado por San Pablo a la Sagrada Escritura en el pasaje varias veces citado (2 Tim. 3, 16) y que se traduce: «inspirada por Dios». Etimológicamente el verbo latino «inspirare», correspon– diente al griego «pneuo», significa en sentido primario : so– plar, aspirar aire, etc. ; én sentido traslaticio : influir de múltip:es maneras: amor, odio, miedo, deseo, compasión, et– cétera. Teológicamente, la inspiración es una gracia de Dios, que se recibe en el entendimiento y se llama «ilustir'l.ción)) (illum1- natio), y en la voluntad y se denomina <<moción)), «influencia>> (inspiratio). En virtud de esta gracia, Dios influye en el escritor hu– mano como en un instrumento racional, y de la acción de Dios, íntima y misteriosamente unida a la acción del escritor humano o hagiógrafo, resulta la composición de un libro, del cual tanto Dios como ,el hagiógrafo son causas totales, au– tores verdaderos : aunque sea Dios autor principal sie,mpre. El libro compuesto por obra y gracia del influjo de Dios y la actividad personal y libre del hagiógrafo recibe los diversos nombres de inspirado, canónico, sagrado, divino, etc. «Este doble carácter de los libros santos, totalmente obra de Dios, totalmente obra del hombre, es fundamental y ca– piúalísimo para el conocimiento e interpretación de las Di– vinas Escrituras, y de no tenerlo en cuenta, tropezará el lec– tor de estos libros con innumerables e insolubles dificultades. El autor humano es órgano, instrumento del Espíritu Santo, pero instrumento vivo, racional, que, bajo la acción de
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