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I8ó '.EL MENSAJE DI'! LA BIBLIA dos de decir que hoy empleamos, sino más bien, aquellos que entre los hombres de sus tiempos y lugares estaban en usm>. Y para evitar los errores en que habían caído Hummelauér y otros, añade Pío XII : «Cuáles fueran éstos (los géneros literarios), no puede el intérprete determinarlos de antema– no, sino solamente en virtud de una cuidadosa investigación de la literatura de Oriente». Las palabras del Papa, pues, son luminosas, seguras y orientadoras. Es necesario esforzarse por conocer la men– talidad de los orientales, sus moldes literarios y su concepto de la verdad histórica ; hacer un estudio comparativo de la literatura de Israel con las otras literaturas orientales. El trabajo es enorme y falta mucho para que esté terminado ; semejante estudio podrá contribuír a resolver muchas difi– cultades que contra la verdad y la fidelidad históricas de la Sagrada EscritJura se opon.en, y será muy a propósito para percibir más plena y claramente la mente del autor sagrao.o. El Papa :recalca la obligación y la responsabilidad grave del exégeta católico si descuida el poner en práctica estas sa– bias normas: t<Y esté persuadido (el exégeta) de que esta parte de su oficio no puede desdeñarse sin gran detrimento de la exégesis católica». Carta al Cardenal Suhard Estas palabras del Papa ongman vivísima polémica y la libertad que da para investigar y aplicar a los libros sagra– qos los géneros literarios orientales, hace :que por parte de algunos Sé resuciten de nuevo las teorías anteriores a la «Spititus ParaclituS>> y que se traiga a discusión la autentici– dad del Pentateuco y la historicidad de los once primeros ca-

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