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l'. CARLOS DE VILLAPADIERNA 1 75 verdades. Hay escritos en prosa y escritos en verso, y en es– llas dos grandes categorías la diversidad de formas, de esti– los, es abundante. Es en el siglo XIX cuando comienza a inquietar la cues– tión de los géneros literarios. Algunos católicos, en su no– ble empeño de salvaguardar la inerrancia bíblica y defender– la contra las dificultades, aparentemente insolubles, origina– das principalmente en el campo de las ciencias naturales : geología, paleontología, etnografía, prehistori:., antropolo gía, antropopaleontología, etc., se lanzan por caminos nue– vos con el noble afán de encontrar una salida airosa, una solu– ción ortodoxa y satisfactoria al presnnto conflicto entre los datos de las ciencias y las afirmaciones de la Biblia. Estos autores afirman la posibilidad de una variedad de formas his tóricas, en las cuales el hagiógrafo encuadra los hechos con mayor o menor libertad. Esta hipótesis encierra un valor incalculable para la in– terpretación del Texto Sagrado, porque no hay duda que a cada género literario corresponde una verdad distinta. Es evidente, por ejemplo, que la parábola de la red barredera y la descripción del proceso de Jesús son narraciones que transmiten cada una su verdad. Para que la parábola de la cizaña sea verdad es suficiente que la suerte acaecida a los peces, buenos y malos, caídos en la red, sea semejante a lo que sucederá en el último día con los justos y malvados, por obra y gracia de la selección angélica. De un modo análogo, a las diversas formas de escribir la historia debe corresponder un modo diverso de hallar la ver– dad contenida en cada forma literaria. Para poder descubrir esta verdad se hace de todo punto necesario conocer el gé– nero literario a que pertenece la descripción o narración, y
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