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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA 1 55 todo hermosa, la delicia de toda la tierra? Levántate y gime al comienzo de las vigilias de la noche ; derrama como agua tu corazón en ,la presencia del Señor ; alza a él tus manos por la vida de tus pequeñuelos. Mira• oh Dios, y considera a quien has tratado así. ¿ Está bien que las madres hayan de comer el fruto de sus entrañas, los niños que amamantan? ¿ ,Que de sacerdotes y profetas se haga cruel matanza en el santuario del Señor? (Lam., 2). Sigue el poeta, en tono lúgubre, describiendo la situación catastrófica de la ciudad destruída por el enem·1go, los senti– mientos de compunción y arrepentimiento, la misericordia final de Dios. Y todo ello con un realismo impresionante que conmueve profundamente nuestra alma. No puede describir– se más viva y desgarradoramente, el hambre de una ciudad que afirmando cómo las madres devoran la carne de los hijos que amamantaron. El libro de Job En la literatura de Israel ese libro se coloca al lado de Isaías y del Libro de, los Salmos por el valor doctrinal y es– tético que encierra, y en la literatura mundial es comparable -y en algunos aspectos supera-a la Ilíada de Homero, la Di– vina Comedia de Dante, y el Fausto de Gothe. Un escri– tor modern!o, especialista eminente en literatura oriental• pondera así la belleza del libro de Job: «El colorido y la fuerza de la visión poética, la riqueza de las imágenes, la hon– dura inagotable de pensamiento, la penetración y observa– ción psicológicas, la pintura matizada de la naturaleza y del hombre, la facilidad extraordinaria para revestir el mismo su-
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