BCCCAP00000000000000000000429

P. CARLOS DE VILLAPADIERNA 1 53 ya no veré más a Dios en la tierra de los vivientes, ya no veré hombre vivo de entre los moradores. Mi morada es arrancada, llevada lejos de mí como tienda de pastores; ,:orno tejedor corta el hilo de mi vida y le sep2.ra de su tra– ma. Día y noche me consume, grito hasta la mañana, pues como león muele mis huesos. Chi'llo como la golondrina y y gimo como paloma. Mis ojos se consumen mirando a lo alto. Oh, Dios, mira mi angustia y confórtame. ¿ Qué voy a decir yo? Ya me ha dicho El y ha hecho ; a pesar de mi mal acabaré el curso de mis años. Los que el Señor proteje vi– ven para El y entre ellos recobraré alientos de vida. Me has curado y me dejas vivir. Mi mal se ha tornado en bien y has preservado mi alma del hoyo de la corrupción y has echado tras de ti todos mis pecados. Porque no puede alabarte el sepulcro, los vivos, los vivos son los que pueden alabarte, como yo te he alabado hoy, y de padres a hijos pregonar tu felicidad» (Is., 38,10-19). Ezequiel llora en una lamentación incomparable la ruina de Tiro, la rica ciudad comercial, y la caída horrible de su rey en otro tiempo colocado sobre un querubín, sobre la montaña santa qe Dios: «Tus riquezas, tus mercancías, tu tráfico, tus marineros, pilotos y calafates, los mercaderes de tu tráfico, todos los guerreros que en ti hay, con toda la muchedumbre que te llena, caerán en el corazón del mar el día de j;u ruina... Se raerán por ti los cabellos en torno y se vestirán de saco ; te Uorarán en la amargura de su alma con amarga aflicción ; te lamentarán con elegías y dirán de ti : «¿ Quién había que fuera como Tiro, ahora silenciosa en me– dio del mar ? Con las mercancías que tú sacabas de las mares saciabas a numerosos pueblos ; con la muchedumbre de tus riquezas y de tu comercio, enriquecías a los re.yes de la .tie-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz