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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA 147 Epístolas a los Corintios.-En cuadro claro y magnífica– mente matizado las dos epístolas a los Corintios revelan la situación, las disensiones y luchas existentes en el seno de una de las comunidades más importantes de la Iglesia pri– mitiva. Con palabras tajanf:ies, propone las excelencias de la virginidad y el celibato sobre el matrimonio, aunque éste es lícito y necesario. Se extiende con fruición hablando de la caridad, y entona el himno jamás superado por nadie, fiel eco de la recomendación postrera de Cristo : «un mandamien– to nuevo os doy: que os améis los unos a los otros como yo os he amado; así, también, amaos mutuamente (Jn., 13-34; 15-12) San Pablo, con lenguaje vehemente y apasionado, glo– sa así este mandamiento de Cristo : «Si hablando lengua de hombres y de ángeles, no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Y si teniendo el don de profecía y conociendo todos los misterios y toda la ciencia y tanta fe que trasladase los montes, si no tengo caridad, no soy nada. Y si repartiere toda mi hacienda y entregare mí cuerpo al fuego, no teniendo caridad, nada me aprovecha» (I Cor., 13,r ss.). Es en est:a epístola donde San Pablo trata del tema cen– fral de la resurrección de Cristo, fundamento y prueba de to– da nuestra fe y de nuestra resurrección futura. Así, podríamos seguir analizando las demás epístolas de San Pablo, pero me dispenso de hacerlo, porque serían preci– sas muchas páginas. Epfstolas cat6licas .- Se califican con el apelativo de «ca– tólicas» las siguientes epístolas : una de Santiago, dos de San Pedro, tres de San Juan y una de San Judas. Se llaman así, porque su destino era algo más amplio que el de las epís– tolas de San Pablo. Por extensión, se llamaron también cató-
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