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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA 1 37 bras de acciones simbólicas. Así el profeta Ajías en tiempo de Salomón, anuncia la división del reino rasgando su manto nuevo en doce partes, dando diez a Jeroboam (I R., n,29-31). El lenguaje de los profetas es muy variado en imágenes, en metáforas, en la forma poética y en la fuerza de la expre– sión. Una de las características más peculiares de los profe tas es la falta de perspectiva, es decir, los profetas presentan los hechos, que han de realizarse en un futuro más o menos lejano, envueltos en los acontecimientos actuales, como si el intervalo cronológico que los separa no existiese. El profetismo israelita es un fenómeno único en la histo– ria del mundo que no puede explicarse naturalmente; la trascendencia de su doctrina religiosa y moral exige una cau– sa de orden sobrenatural. El profeta ,Z:saías.-Entre todos los escritos proféticos, los de Isaías se catalogan, en primer lugar, por la belleza de la expresión ¡y la 1"iqueza de pensamiento religioso. La idea central de la teología de Isaías se halla descrita en el capítulo sexto, e.n la célebre visión de Dios como el Señor de la Santidad Y, de la majestad inaccesibles, proclama– da solemnemente por el coro de Serafines: «¡Santo, Santo, Santo Yavé Sebaot 1 ¡ Está la tierra toda llena de su glo– ria!>>. Este Dios santo ha elegido a Israel, entre todas las naciones, y le ha colmado de favores, exigiéndole, en co– rrespondencia, que sea un pueblo santo. Pero Israel, con su culto idolátrico y formalista, se muestra indigno de su Dios. La amistad con Dios no puede restablecerse sino mediante un juicio severo y castdgo de los culpables. El castigo no traerá la destrucción total de Israel. Un pequeño grupo se salvará de la catástrofe para constituir el núcleo glorioso de un nuevo pueblo. La fe será condición indispensable para

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