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136 EL MENSAJE DE LA BIBLIA verdaderos hombres de Dios, conservadores celosos y trans misores de la revelación divina a la humanidad. ((Su fuerza moral y religiosa, su pasión por el bien y la rectitud, su en– trega absoluta a la voluntad divina, de la cual estaban reple– tos, he aquí lo que ha dado a los profetas de Israel una im– portancia que no ha disminuído a tiravés de los siglos, y que es independiente de las culturas y de las razas y que no pue– de envejecer». Y es que Dios habla por ellos. En cuanto heraldos y enviados de Dios, los profetas eran llamados directamente por Dios ; su vocación al ministerio profético se fundaba siempre en una vocación sobrenatural, manifestada a veces en visiones extraordinarias y espectacu– lares {Is., 6; Jer., I; Ez., I-III). Dios escogía estos hom– bres sin tener en cuenta su condición social, su cultura, su psicología. Isaías pertenecía a una familia noble; Amós era pastor; Jeremías y Ezequiel, sacerdotes. El don profético era un don personal, un privilegio indivi– dual otorgado especialmente por Dios ; no se fundaba, como el sacerdocio, en un derecho hereditario, en una predisposi– ción natural o en un entrenamiento de escuela. Los profetas recibían las comunicaciones divinas en visiones espirituales. Oían una voz interior que pronunciaba palabras misteriosas. Por eso comc.nzaban sus predicaciones con estas o semejan– tes fórmulas: «La palabra de Yavé llegó así. .. » (Jr., 1,2). Pero los profetas no eran meros instrumentos pasivos ; la comunicación divina respetaba su temperamento, su cultu– ra, sus ideas y sentimientos, de tal manera, que cada profeta posee su sello propio, definido. Después de asimilar el men– saje divino, lo comunicaban a los hombres de múltiples mane ras, siendo la principal la palabra viviente, la predicación. A veces ,para impresionar al auditorio acompañaban sus pala-

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