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10 PRÓLOGO ¿Por qué? No es capricho. Ni solamente he pretendido llamar con ello tu atención. Quería hacerte notar el alcance peculiarísimo que tiene esa frase tan sencilla y sabida: la Biblia es palabra de Dios. Porque, al repetir esta frase, mucho me temo que tú y yo, pro– nunciando idénticas palabras, estemos entendiendo realidades diferentes. Me explicaré. Y para ello quiero exponerte brevemente dos cosas: el con– cepto bíblico de "palabra" y en qué sentido decimos que "la Biblia es palabra de Dios". CONCEPTO BÍBLICO DE "PALABRA". En nuestra cultura occidmtal el concepto de "palabra" está un poco achicado, desvalorizado. "Palabras que se lleva el vien– to", dice un refrcín. Las obras son las que valen, solemos decir, porque las palabras vuelan. Es la acción, la obra, la realidad lo que nos subyuga. Lo demás... "palabras". Pero el concepto bíblico de "palabra" no es así. En la Biblia, como en el antiguo Oriente Medio, la palabra contiene una rea– lidad objetiva y una eficacia operadora difícil de comprender para nosotros. Si un clcísico griego se hubiera propuesto explicar la creación del mundo, nos habría hablado de la idea, de la razón (lagos), de la fuerza (enérgeia). Casi es lo mismo lo que decimos hoy: Dios creó el mundo con la fuerza de su poder; el mundo existe por la acción creadora de Dios. Para el autor del Génesis la cosa es mucho más sencilla: Dios habla; y este "hablar" divino, esta palabra de Dios es suficiente para que las cosas comiencen a existir. Igualmente sucede con los milagros de Jesús. Pocas veces interviene en ellos lo que nosotros llamamos acción. Jesús habla, manda, impera, llama; y su palabra auyenta a los demonios, sana a los enfermos, calma las tempestades o resucita a los muertos. Así es de eficaz, según el concepto bíblico, la "palabra de Dios". Dios ha querido también que la palabra sea el principal

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