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n6 EL MENSAJE DE LA BIBLIA cas, atestiguan este hecho inaudito; la Biblia ha pasado a través de los siglos substancialmente la misma. Los más diversos paisajes se reflejan en sus páginas. Pue– blos y ciudades, pastizales exuberantes y desiertos infinita– meqte monótonos, delicados oasis y montañas salvajes, cam– pos de trigo y viñedos, olivares plateados y jardines cuida– dos con esmero exquisito, forman el marco y el tesoro inago– table donde los poetas sagrados han tomado los colores para sus cuadros, llenos de vida y de fuerza. VARIEDAD DE ESTILOS Y DE AUTORES El Libro Sagrado lleva la impronta de una rica y gloriosa herencia. Numerosos autores, escalonados a lo largo de iXV si– glos, han l;irabajado en su elaboración, imprimiendo el sello personal y propio. Si el estilo es el hombre, imagínese la va– riedad de estilos en la Biblia. Cada autor habla la lengua que conviene a su origen, a ,su temperamento, a su época. Entre los escritores bíblicos hallamos reyes: David, el can– tor melífluo de Israel, autor de gran parte de los Salmos; Sa– lomón, el Luis iXIV de los judíos, cuya sabiduría aventajaba a la de todos los sabios de Oriente y de Egipto ; aristócratas elegantes y distinguidos : Isaías, el más genial de los profe– tas y uno de los escritores más vigorosos en la literatura universal; campesinos, de alma sencilla, de leng1.1'\je direc– to e incisivo: Amós, el más antiguo de los profetas escritores, era vaquero y cultivador de sicomoros ; almas sacerdotales, de exquisita sensibilidad, como Jeremías, el de los trenos in– comparables, cuyo corazón ardiente prorrumpe en gritos de una profundidad religiosa y humana inigualables. ' Espíritus cultivados, como San Lucas, medico y litera-

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