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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA II3 Canon, es decir, lo declara inspirado, el libro tiene valor infalible. b) El canon de los judíos y de los cristianos.-No inten– to, por estar fuera de la finalidad de mi libro, hacer la histo– ria del canon de los libros sagrados. Unicamente quiero enu– merar aquellos libros en que difieren judíos, protestantes y católicos. Los judíos y protestanties no admiten como inspi– rados los libros de Tobías, Judit, Sabiduría, Eciesiástico, Ba– ruc, primero y segundo de los Macabeos. En el Nuevo Tes– tamento, los protestantes tampoco reconocen inspirados: la epístola de los Hebreos, Santiago, segunda de San Pedro, segunda y tercera de San Juan, San Judas y el Apocalipsis. Desde Sixto de Sena, 1566, a estos libros se les ha llama– do dent.erocanónicos, porque existieron ciertas vacilaciones en la tradición para reconocerlos como inspirados. A los que siempre fueron considerados como tales se les llama proto– canónicos. Sin embargo, desde el punto de vista de la inspi– ración y de su valor normativo, tanto los protocanónicos como los deuterocanónicos están en el mismo plano después de la definición del Concilio Tridentino. En la práctica, los protestantes éditan sus Biblias con el mismo número de libros que los católicos. c) Libros apócrifos.-Son escritos de autores deconoci– dos, de argumento o título similares a los de la Biblia, teni– dos por muchos en gran consideración, pero nunca admitidos en el canon de la Iglesia. Al lado de los Libros Sagrados, inspirados por Dios, floreció abundantísima una literatura que desarrollaba los mismos temas, a fin de llenar ciertas la– gunas de los libros auténticos o con fines parenéticos y mo– rales. Para dar autoridad a sus descripciones y ficciones, los
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