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IIO EL MENSAJE DE LA BIBLIA Buena Nueva de palabra, predicando sencillamente a las tur– bas en las orillas apacibles y diáfanas del lago de Genesaret, en la explanada del templo, en las colinas desérticas de Judea. en los valles fértiles de Galilea. Antes de ser puesto por es– crito, el Evangelio fué predicado. El Nuevo Testamento apareció después de la fundación de la Iglesia, a quien Cristo entregó toda la autoridad de magistierio y jurL;dicción en el transcurso de los tiempos. Los Apóstoles enseñaron oralmen– te antes de escribir ; por eso s11 palabra tiene precedenda sobre sus escritos, ya que éstos fueron circunstanciales en el seno de la comunidad primitiva. Los primeros cristianos-dicen los Hechos de los Após– les (2,42)-«perseveraban en oír la enseñanza de los Apósto– lesl> ; no hablan para nada de la lect11ra de las Escrituras, con lo cual se insinúa la importancia máxima de la predicación apostólica en los orígenes de la J glesia. No fué mediante la Escritura, sino por medio de la palabra viviente y fogosa de los misioneros corno se propagó la fe y se dilató el reino de Crist:o. «Por consiguiente-afirma San Pablo (Rom., 10, 17)-, la fe es por la predicación, y la predicación, por la palabra de Cristo.>> Ya San Pedro en su segunda carta previene a los cristia– nos contra las falsas interpretaciones a que podía dar ocasión la lectura de las cartas de San Pablo, en las cuales hay algu– nos puntos de difícil inteligencia, que hombres indoctos e inconstantes pervierten, no menos que las demás Escrituras, para su propia perdición (2 Petr., 3, 16).
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